sábado, 20 de marzo de 2010

Lalo y la Bolita (Una historia real)

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Lalo fue mi mejor amigo en tos tiempos de la universidad. Siempre fue un tipo muy especial porque reunía ciertas características no muy usuales en una misma persona, me refiero fundamentalmente a su carácter apacible que podía sacar de quicio a quien no lo conociera lo suficiente y reconozco que quienes lo conocimos bien, frecuentemente corríamos la misma suerte.
Un día lo veo venir con esa expresión característica en él, de: “yo no sé qué sucedió”, lo que me obligó a preguntarle, sabiendo de antemano que su respuesta me dejaría totalmente descolocado.
-“Mi tía volvió a prestarme el 600…”-me dijo como esperando una respuesta de mi parte, lo que no cabría si se hubiese tratado de otra persona, puesto que no constituía ninguna pregunta, pero viniendo de Lalo uno podía esperar cualquier cosa; por lo tanto, él tomó mi expresión de asombro como el pie para continuar:
-“Ella me dijo, el auto está estacionado a la vuelta, y me dio las llaves; bojé las escaleras con mi útiles de la facu y me dirigí hacia la calle en donde siempre estaciona su mini auto, cuando me llevé la sorpresa que esta vez, lo estacionó en la cuadra contigua, y como siempre empecé a criticarla, dado que en esa calle no está permitido estacionar, por el alto tránsito respecto de su estrechez; cuando fui a abrir la puerta, advierto que la ventanilla estaba baja, así que introduje mi mano y la abrí desde adentro. Cuando me siento al volante, vi que la llave estaba puesta en el encendido, lo que me valió para seguir recriminándole a mi tía su descuido… Cuando tomé consciencia de que ella hacía días que me había pedido que le hiciera una copia de la llave, puesto que había perdido el duplicado y ahí mismo me di cuenta que del espejo retrovisor colgaban dos gigantescos dados rojos, (cosa que ella jamás hubiera puesto en su Fiat 600), o sea, que estaba bien claro para mí… ¡Ese no era el auto de mi Tía!” – Se me quedó mirando como para ver mi reacción, que por cierto fue una casi indiferente expresión, dado que este tipo de cosas solían sucederle a Lalo, por lo que decide continuar…-“Entonces, asustado decidí bajarme del auto rápidamente, y cuando abrí la puerta, un camión que pasaba por esa calle la arrancó como de un cachetazo y se detuvo en la esquina, tomé mis carpetas de la facultad y me bajé del auto, cuando el dueño, que solo había detenido el auto ahí para comprar cigarrillos en el Kiosco situado en esa vereda, se acercó a mí ofuscado y me dijo”:-“ ¿Qué pasó?”, “a lo que yo le respondí”:
“Pasó un camión y le arrancó la puerta”-“Lo que provocó que el hombre se exaltara más aun y me retrucara”:-“Pero… ¿Si la puerta estaba cerrada…?”-
“Se equivoca”,” le respondí tranquilo,” -“Porque yo la abrí…”
“¿Y para qué hizo eso?”- “dijo totalmente fuera de sí”.
-“Porque quería salir de adentro”-“Lo que dejó al exaltado hombre en un estado atónito, lo que aproveché para decirle”:
-“Mire, mientras nosotros estamos aquí hablando sin sentido, el camión está en la esquina a punto de irse, sería mejor si le toma el número de la patente…”- “El tipo se tocaba el saco, como buscando una lapicera y yo le dije”:-“No se preocupe acá tengo una… ¿Puede verlo desde acá…? – yo tampoco, espere que me acerco a la esquina y se lo tomo por usted”, “mientras me fui caminando hasta el camión, al tiempo que el señor se quedó rascándose la cabeza mirando el daño en su autito y tratando de entender qué había pasado ahí…”
-“¿Y qué hiciste entonces…?”- le pregunté, ahora sin poder ocultar mi asombro.
-“¿Y qué iba a hacer…? Cuando llegue a la esquina, doblé y me encontré con el verdadero auto de mi Tía, me subí y me fui… por suerte éste tenía la dos puertas en buen estado, sino no sé que le hubiera dicho a ella”.

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