jueves, 11 de marzo de 2010

El Extranjero. Arcián (Capítulo 8)

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Buenos Aires, 9 de Febrero de 1955




Arcián es consciente que su misión en ésta tierra lejana dista mucho de lo que hubiera deseado, alejado de los suyos para siempre, sin posibilidad de contactarlos de por vida, y sin la certeza de que aún velen por él, quienes ahora lo creen muerto; y lo que más lo aqueja es no saber cuándo ni por quién será contactado, para rendir su informe; pero como contraparte, el siente la necesidad de pagar su deuda con los suyos, ahora que ha vuelto a la vida en un cuerpo diferente, sin limitaciones más que vivir en un mundo aquejado de injusticias y desamparo, con la ventaja de no tener que involucrarse en las vidas ajenas y la desventaja de no padecer su sufrimiento.
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Despierta entre dos jóvenes hermosas que acarician su cuerpo, asombradas de lo ínfimo del rasguño sufrido en la cuchillada que recibió anoche por parte de su dueño, ahora dado a la fuga. El las mira sonriente mientras les dice:-“He tenido suerte últimamente…el cuchillo dio primero en un libro que tenía en el interior de mi saco”.
-“Ambas creímos que estábamos con un superhombre…”
-“¿Y ahora ya no?”, pregunta mientras se da vuelta y abraza a una de ellas mientras la otra se sube a su espalda jugando a montarlo como una jinete, en el mismo momento que entra su representante de un portazo, con un revolver en la mano y dos guardaespaldas de gran porte.
-“¿Creíste que te ibas a salir con la tuya sin represalias?”- Dice el hombre, mientras golpea con la culata en su cabeza dejándolo desmayado a los pies de la cama.
La sirena de un patrullero lo despierta y puede ver los cuerpos de ambas muchachas tendidos uno sobre otro en la cama, que se encuentra totalmente ensangrentada. Siente los pasos en la escalera de la policía, y se escabulle por la ventana, para no verse comprometido con este homicidio; no comprende la razón por la que aún está vivo y no se queda para averiguarlo. Ya en la calle, puede ver que su camisa tiene manchas de sangre, que supone debiera ser de las jóvenes asesinadas, pero luego descubre dos orificios de bala en su pecho y su espalda, aparentemente de entrada y salida apenas continúan sangrando, sin producirle dolor alguno, hasta que siente un mareo y pierde el conocimiento, cayendo sobre el adoquinado en pleno día.
Abre los ojos sobre la arrugada piel de una mujer de avanzada edad, que lo mira con desconfianza, aunque dulcemente le dice:
-“No se mueva…aún está muy débil”-Mientras le seca la frente con un paño blanco.
-“¿Dónde estoy…?”-Pregunta Arcián con voz tenue.
-“Quédese tranquilo hijo, nadie vio cuando lo entré a casa, aunque me costó mucho…Es pesado usted, claro que mi vecina y su hijo me ayudaron”.
-“Fueron a llamar a una ambulancia”-Contesta la anciana, cuando Arcián se incorpora abruptamente y se queda sentado debido a otro mareo, que le impide moverse, a lo que la mujer le dice:
-“De acuerdo, quédese aquí que todo va a estar bien”-mientras sale a buscar a su vecina para impedir que haga la llamada, e inmediatamente regresa para advertirle que no llegó a tiempo, cuando se encuentra con la cama vacía; Se sienta en ella y con un suspiro en la boca dice:
-“Estos chicos, siempre apurados…”

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